jueves, 3 de abril de 2014

El nacimiento del vino de Jerez.


De la conjunción misteriosa que envuelve el nacimiento del vino de Jerez de la Frontera y por extensión de los demás vinos, siempre hubo algo que llamaba en mí la atención: cómo en invierno, de una parra seca, retorcida por el tiempo, azotada por las inclemencias meteorológicas, casi abandonada a su suerte, solitaria  y áspera, al llegar la primavera, allí donde  parecía no haber vida, empieza a brotar de sus sarmientos lo que en verano será una explosión de matices verdes, que inundarán el blanco de la tierra albariza.
Y como círculo que vuelve a sus comienzos, una  vez vendimiado por el mes de septiembre, pisado el fruto, que ha sido casi ordeñado de  la cepa, sacado el jugo, mosto incomprensible de la parra antes seca, pasa a adormecer en duermevela, volviendo a la soledad, ahora de las bodegas.




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